TODA CLASE DE PIELES
Érase una vez un matrimonio de
reyes muy, muy mayores, que vivían en el reino con más animales del mundo. Los
reyes eran muy felices porque tenían muchas tierras, animales y dinero, pero no
tenían un hijo varón que heredase el reino, sino una dulce y preciosa princesa
que aún era muy pequeña.
En palacio hacía mucho frío así que todos se paseaban con abrigos, muy elegantes eso sí. El Rey iba con su abrigo favorito de toda clase de pieles de los animales del Reino, la Reina con su toquilla hecha de lanas de las ovejas del Reino, y la princesa Luna con chaquetas de cuero de los cabalos del Reino.
En palacio hacía mucho frío así que todos se paseaban con abrigos, muy elegantes eso sí. El Rey iba con su abrigo favorito de toda clase de pieles de los animales del Reino, la Reina con su toquilla hecha de lanas de las ovejas del Reino, y la princesa Luna con chaquetas de cuero de los cabalos del Reino.
La princesa Luna vivía feliz en
palacio, allí tenía todo lo que deseaba: jardines grandes y llenos de plantas
donde jugar, una habitación llena de juguetes, criados que la querían y
cuidaban… ¡hasta tenía un caballo para ella sola! Luna no salía de palacio
porque allí tenía todo lo que una niña podía soñar, allí era completamente
feliz.
Sin embargo, al llegar el
decimosexto cumpleaños de la princesa, los reyes comenzaron a preocuparse, porque
debían casar a la princesa antes de que fuese demasiado tarde o el reino
quedaría sin reyes. Pensaron que debían casarla con el príncipe del reino de al
lado, porque así estaría casada con otro príncipe y, además, unirían los dos
reinos para formar uno muy grande.
Cuando le comentaron a Luna lo
que pensaban hacer, ésta se puso muy triste porque no quería casarse con ese
príncipe que no sabía nada y sólo se dedicaba a cazar animales, así que comenzó
a pensar qué podía hacer para no casarse con él.
Después de mucho pensar les dijo
a sus padres que se casaría con él si le regalaban los tres vestidos que ella
pidiese; ellos pensaron que era un buen trato y aceptaron.
Luna pidió tres vestidos: uno tan
brillante como el sol, otro tan bonito como las estrellas por la noche, y el
tercero tan ligero como las nubes; sólo cuando le diesen los tres vestidos Luna
accedería a casarse con el príncipe.
Dicho y hecho, los Reyes mandaron
a sus modistas confeccionar rápidamente los vestidos y, en menos de un mes,
estaban listos.
La pobre princesa no podía ya negarse
a la boda: sus padres habían cumplido su parte del trato y ella debía acceder.
Pero no podía, sabía que si se casaba con el príncipe no iba a ser feliz, por
lo que se puso a pensar qué podía hacer para retrasarla todavía más.
Reflexionó y reflexionó… Y llegó
a la conclusión de que aunque sus padres se fueran a poner muy tristes, la
única solución era escapar por la noche y no volver más. Así que esperó a que
fuese noche cerrada y todos en palacio estuviesen durmiendo para hacer una
bolsa con algunas cosas que quería llevarse.
A las tres de la mañana se
levantó de la cama, cogió la bolsa con los tres vestidos que le habían regalado
sus padres y se puso el abrigo favorito de su padre, de toda clase de pieles, y una bufanda de lana de su madre. Pensó que este
abrigo de su padre hecho con las pieles de todos los
animales del reino y la bufanda le abrigarían y protegerían, además de recordarle a ellos, por lo que se lo llevó. Y con
todo ello salió camino del bosque procurando que nadie la viese.
Salió de palacio sigilosamente y
se adentró en el bosque muy triste porque, aunque no quería, debía alejarse lo
más posible del Reino.
Iban pasando los días y Luna no
paraba de caminar por el bosque bajo el abrigo de toda clase de pieles. Los
animales no se le acercaban porque el abrigo les daba miedo, así no corría
tanto peligro. Pero Luna tenía mucha hambre y estaba sucia de tanto caminar. Sólo
comía los frutos que iba encontrando por lo que estaba muy débil y cansada,
pero ella caminaba sin parar para alejarse mucho.
Un día, Luna vio a lo lejos un
grupo de hombres a caballo que estaban cazando y, poco a poco, se le iban acercando.
La princesa estaba tan asustada, débil y hambrienta que, con los nervios, se
desmayó.
Los cazadores vieron como algo
caía a lo lejos y se acercaron pensando que se trataba de un animal. Asombrados
de ver todas esas pieles se pararon en seco y, viendo que no se movía,
decidieron acercarse a ver de qué animal se trataba. Sigilosamente fueron
aproximándose y cuando llegaron junto a lo que ellos creían un animal, vieron
que se trataba de una chica muy sucia y abrigada con pieles, pero débil y con
cara triste.
Decidieron cogerla entre todos y
llevarla a palacio, ya que uno de los cazadores era el príncipe del reino y
podía allí darle cobijo y cuidarla.
Al llegar a palacio, Luna
despertó y, algo asustada pero muy educadamente, les agradeció lo que habían
hecho por ella. El príncipe le dijo que si quería podía quedarse trabajando en
las cocinas ya que allí necesitaban a una sirvienta. Luna accedió a condición
de que no le hicieran quitarse nunca el abrigo de toda clase de pieles, por lo
que el príncipe decidió que la llamarían “Toda clase de pieles”.
“Toda clase de pieles” comenzó a
trabajar en la cocina limpiando platos y recogiendo, siempre enfundada en su
abrigo para que nadie pudiese reconocerla. Un día, el príncipe anunció que daría
tres bailes en palacio para elegir esposa. Luna, que echaba mucho de menos los
bailes y las fiestas del palacio de sus padres, se decidió a pedir permiso para
asistir.
Corriendo solicitó al chef que la
dejase ir y éste, que era una buena persona, viendo el interés de Luna, le dijo
que podía ir un rato, si bien debía estar de vuelta en cocina para preparar la
leche que el príncipe tomaba siempre antes de irse a dormir, a lo que Luna
accedió encantada.
Y llegó el día del primer baile,
Luna terminó de recoger la cocina como hacía todas las noches y subió corriendo
a su cuarto. Se quitó el abrigo de toda clase de pieles, se limpió la cara y se
puso el vestido tan brillante como el sol que le habían regalado sus padres.
Sin pensárselo dos veces bajó al salón de baile dispuesta a que el príncipe la
viese. Allí estaban todos bailando, menos el príncipe, que no había encontrado
ninguna mujer que le impresionara.
Cuando Luna entró en el salón, el
príncipe quedó fascinado: nunca había visto una chica tan guapa con un vestido
tan precioso, por lo que se levantó y se acercó a ella. La sacó a bailar y
estuvieron bailando toda la noche.
Al acabar el baile, Luna subió
corriendo a su cuarto, se quitó el vestido y bajó a calentar la leche. Se había enamorado del príncipe por lo
que pensó dejar caer en la leche uno de los pendientes que llevaba para ver si él
se acordaba de ella. Con la leche y el pendiente en el fondo de la taza subió a
las habitaciones del príncipe. Éste bebió la leche y se quedó asombrado de
encontrar un pendiente en el fondo, pero no lo reconoció.
Llegó la noche del segundo baile
y Luna volvió a recoger rápidamente la cocina para ponerse el segundo vestido,
el que era tan bonito como las estrellas por la noche. Bajó corriendo al salón
y vio que el príncipe la estaba esperando. En cuanto se vieron volvieron a
bailar juntos y así pasaron toda la noche. Ambos estaban completamente
enamorados y no paraban de intercambiar miradas y gestos de complicidad. Pero
llegó la hora de cerrar el baile y Luna salió corriendo a prepararle la leche
al príncipe. Esta vez puso el segundo pendiente en la taza y, enfundada en su
abrigo de toda clase de pieles, se la subió. Al dejarla en la habitación se
encontró con el príncipe y sus miradas se cruzaron, con lo que el príncipe pudo
observar la belleza de “Toda clase de pieles”, pero ella salió corriendo.
El príncipe se bebió la leche y
encontró el otro pendiente al fondo, por lo que al día siguiente bajó a cocina
a preguntarle al chef quién había calentado la leche los días anteriores ya que
estaba extrañado por los pendientes. El chef le dijo que había sido “Toda clase
de pieles” y el príncipe se acordó de lo bella que era.
Por fin llegó el último baile. El
príncipe estaba ansioso por bailar con aquella chica, y Luna estaba muy
nerviosa porque el príncipe la había visto la noche anterior subiéndole la
leche, pero aun así decidió ir al baile. Siguió los mismos pasos que las noches
anteriores, pero esta vez se puso el tercer vestido que le regalaron sus padres,
el que era tan ligero como las nubes, y bajó al salón.
El príncipe la esperaba nervioso
y al verla se acercó rápidamente. Cuando estuvieron cerca pudo ver que el
rostro de Luna le era familiar pero no la reconoció. Estuvieron bailando toda
la noche y el príncipe no paraba de pensar dónde la había visto antes hasta que
se dio cuenta de que no llevaba pendientes. Entonces fue cuando le vino a la
cabeza la noche anterior, cuando se habían cruzado en su dormitorio.
Justo cuando el príncipe iba a
decirle que la quería, Luna salió corriendo porque era ya muy tarde y tenía que
preparar la leche. Esta vez decidió poner en la taza el anillo que su madre le
había regalado; estaba tan nerviosa que se le olvidó quitarse el vestido y,
echándose encima el abrigo de toda clase de pieles, subió al dormitorio del
príncipe.
El príncipe al verla se alegró
muchísimo y le dijo que esperase a que se bebiese la leche para llevarse la
taza. Luna entonces se puso muy nerviosa porque sabía que el príncipe se daría
cuenta de que era ella y así fue. El príncipe se bebió la leche y se encontró
el anillo dentro. Decidió entonces que con ese anillo le pediría matrimonio.
Así fue, el príncipe le pidió
matrimonio y Luna, después de dudarlo un rato, le respondió que se casaría con
él si era capaz de guardar su secreto. El príncipe accedió y entonces Luna le
contó cómo y porqué se había escapado del palacio de un reino lejano. El
príncipe la entendió y le dijo que no le importaba, que se casaría con ella e
irían juntos a ver a sus padres como Reyes.
Al cabo de los meses, Luna y el
príncipe, ya casados, se fueron a ver a los padres de Luna, quienes se pusieron
muy contentos de verla y la perdonaron.
Así todos fueron felices y
comieron muchas perdices.
He adaptado el cuento para niños
de 4 años y éstos son los cambios que he realizado al cuento original:
En todo momento he seguido el
tema del cuento con una introducción, un nudo y un desenlace, escribiendo una
narración lineal que es más sencilla y apropiada para los niños.
Le he dado nombres a los
personajes para que los niños puedan seguir más fácilmente la lectura, para que
puedan identificar mejor a los personajes.
He adaptado el vocabulario a los
niños.
He cambiado algunos aspectos del
cuento como que la reina muere o que el rey se casaba con su hija, ya que no me
parecen aspectos para niños de infantil.
La verdad es que volver a repetir la
actividad me ha ayudado a forzar aún más mi imaginación y darle más vueltas al tema. Pienso
que lo cuentos son muy importantes tanto para los niños como para los adultos,
creo que deberían estar en toda nuestra vida. También creo que las adaptaciones
son importantes y que tod@ maestr@ debe ser capaz de adaptar historias. Los
cuentos y las adaptaciones deben estar presentes tanto en las escuelas como en
las casas, y todos deberíamos contarles cuentos a nuestros niños.
Fuentes consultadas:
-
Apuntes de la asignatura Literatura Infantil
-
Adaptación del cuento por Irune: https://www.youtube.com/watch?v=hmG8g5KNXMc
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